Les Misérables, Bohemian Rhapsody y la justicia aplicada en el mundo contemporáneo
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- 2 ago 2021
- 7 Min. de lectura
Ignacia Vergara Caroca.
Licenciada en Derecho UC.
Ya sea que leamos la novela de Víctor Hugo veamos alguna de las adaptaciones en el cine o en el teatro, creo que es naturalmente humano reflexionar sobre la paradoja que se expone respecto de todos los personajes que logramos conocer en Les Misérables especialmente en cuanto a la dicotomía Javert y Jean Valjean. Lo mismo parece suceder al poner atención a historia que Queen nos relata en Bohemian Rhapsody, la cual puede interpretarse de muchas formas, pero para el contexto de este artículo, me tomaré la libertad de interpretarla del modo que expondré a continuación.
Todos quienes nos hemos sentado en una clase de Derecho hemos llegado probablemente al mismo pensamiento “bueno, pero en simple, ¿qué es la justicia?”, y de nuevo es probable que nuestro pensamiento haya comenzado a hilar una serie de conceptos para llegar a alguna definición que nos satisfaga (a nosotros, y a veces, también, a nuestros profesores). Como no es de extrañar, muchas veces no logramos acercarnos a una respuesta que abarque el significado íntegro de la palabra, pero conocemos a muchas figuras que durante la historia sí han logrado llegar a una definición. Así, alude Hans Kelsen en su obra ¿Qué es la Justicia? (2001), “(…) que la definición de justicia con la reconocida frase, atribuida a uno de los siete sabios de Grecia, de “dar a cada uno lo suyo” es aceptada por notables pensadores y filósofos del derecho, pero la califica de fórmula completamente vacía porque no se sabe lo que cada uno puede considerar suyo” [1]. Y es que lo propio de uno va más allá de la existencia de una propiedad sobre la cosa, pues roza también lo que uno merece como ser con dignidad y derechos, algo que uno puede no tener, pero debería tener.
Adicionalmente, justicia y derecho son conceptos distintos, pero que, al parecer de un importante porcentaje de personas, debiesen ir juntos. Cabe preguntarse, ¿todo ordenamiento jurídico puede ser llamado justo? ¿Qué requisitos son los que debe cumplir para clasificar con tan relevante adjetivo? Frente a esta disyuntiva, y tal como si llamase testigos al estrado, en mi mente aparecen las figuras protagónicas de Javert y Jean Valjean, y comienzo a analizar esta palabra con más detalle.
Una de las tantas frases que uno escucha en latín es fiat iustitia, et pereat mundus [que se haga justicia, aunque caiga el firmamento]¸ y es imposible no recordar al incansable Javert que busca por años, y hasta su muerte, al prisionero N° 24601 para que se haga justicia, pues aunque el tiempo pase, Themis no perdona. ¿Qué es el perdón frente a la ceguera autoimpuesta de la virtud justa? No es un elemento en la ecuación, o al menos no uno tan relevante. El castigo debe ser duro y firme; el paño que cubre los ojos de la diosa griega no puede aflojar, pues no hay posibilidad de conmoverse con quien merece ser castigado.
Frente a la fuerza y brutalidad de la condena en la empuñadura de la espada divina, algunos se aventuran a aflojar su venda, y obligan a mirarlos a los ojos antes del golpe y preguntan: “¿es esto lo que merezco, oh, justa Themis?”. Es así como Jean Valjean se despoja de su pasado, deja al hombre que era y se decide a cambiar, a ser una persona nueva. Y es que Themis siempre lo va a perseguir, porque sabe que la oscuridad de tantos años tras la venda la ha dejado ciega irrevocablemente, y seguirá viendo al hombre que robó un pedazo de pan, no a un hombre que quiere cambiar. Tras las tinieblas se oculta el verdadero hombre que persigue Javert, y este último lo encara como una persona que escapa de la justicia, un delincuente que se esconde del filo justiciero. Sorprendentemente para quienes dudaban de la virtud de Valjean, cuando por fin puede dejar su pasado atrás como un mal sueño y culpar a un tercero de su identidad, revela su nombre y rostro con valor. ¡Qué muestra más honesta de un ser humano justo y recto! Sabiendo que quien reina en nombre de la justicia no podría estar más alejado de ella, se presenta y coloca su espada en la garganta, alejándola de quien mal señalado estaba.
Incluso vuelve la incredulidad cuando le perdona la vida a Javert y deja que huya, el incansable servidor de Themis acepta su destino, se da cuenta de que es esperable que Jean Valjean descargue su frustración y rabia provocados por el sistema en contra de su cuerpo humano. Pero no lo hace. Y no es sólo una omisión: es un acto de misericordia y respeto a su vida, deja que se vaya, aunque sabe que puede volver por él. Es un acto inexplicable para Javert, siente que queda en deuda con un delincuente, que está intentando confundirlo, pues como le ha perdonado la vida busca que le perdone su crimen. Valjean le repite que no busca ni espera algo de él, pero el acto es recibido como una bala por el oficial, y antes de vivir sabiendo lo que sabe, prefiere quitarse la vida.
Es fácil olvidar que Javert es otro de los miserables de la novela. El servidor de la ley, de la justicia y el orden, durante casi 30 años ha tenido la misión de perseguir y ajusticiar a un delincuente que de pronto hace algo bueno, algo humano: lo salva, le perdona la vida. Y es que Jean Valjean, desde el momento que el eclesiástico Bishop Myriel le otorga misericordia y redención, sólo lo multiplica para otros, es una reacción en cadena de la que somos espectadores hasta su último aliento; por otro lado, Javert no entiende, y como no entiende, no puede aceptar esa misericordia, porque para él la fuente no es pura, desconfía de ella, e incluso si en algún momento se da cuenta de que las intenciones vienen de un hombre distinto al que creía, eso significa una explosión de su mundo interno, del completo sistema en el que él ha basado su vida, consiste en ensuciar a la figura de la pulcra Themis. La muerte parece ser frente a aquello un colchón suave y amable en el que exhalar finalmente su último aliento.
Distinto es lo que sucede con Fantine, a quien Valjean le ofrece misericordia y una mano en ayuda, y aunque la experiencia la hace desconfiar, quizás, junto a su estado de debilidad, logra ver un halo de esperanza alrededor de su salvador.
Hay algo en los momentos de debilidad que nos hace más pequeños, y me refiero específicamente a la debilidad que sentimos cuando hemos hecho algo malo, pero que si conocieran nuestra justificación, no sería tan malo, incluso podría transformarse en algo neutral o bueno, admirable incluso. Pero la justicia es ciega, no mira nuestros ojos de arrepentimiento ni escucha nuestras palabras que intentan explicar la situación. Y así, tal y como cantaba Freddy Mercury, volvemos a ser niños gritando “life has just begun, but now I've gone and thrown it all away” [2]. Es que ese acto malo, ese delito parece haber manchado nuestra vida de forma permanente, nos volvemos como Jean Valjean, personas ocultas en las tinieblas de la espada justiciera.
Es curioso como en la canción de Queen vemos que el asesino le habla a su madre, y Jean Valjean le habla a Dios luego de que el cura perdona el hurto de los objetos de plata: ambos personajes recurren a un elemento superior a ellos que representa una justicia distinta a la que se les quiere imponer en el mundo terrenal que viven. Mercury alude a quienes los juzgan a que miren que sólo es un niño pobre sin amor, mientras que Valjean le dice al Cielo que la forma en la que actúa es la única que conoce, que ha perdido su dignidad y no sabe cómo actuar. En ambos casos los personajes se autocompadecen y explican al justiciero cómo es que todo se descarriló y llegó a ese momento. Tal y como señalaba antes, es el intento del sujeto de quitar la venda que hace ciega a la justicia.
Finalmente, ¿no se ha vuelto moldeable la justicia al mantenerla ciega? ¿Quién la ha guiado y condicionado a actuar como lo hace, a caminar por la ruta de nuestro derecho? ¿No sería mejor tener una justicia con los ojos bien abiertos al dictar su sentencia? Todo está justificado, pero sólo algunas justificaciones van a influir en ella: ¿no es eso justamente la aplicación de atenuantes y agravantes en materia penal?, ¿el mirar a quien tenemos frente? Pero incluso en esos casos no es suficiente, tenemos laberintos creados para la ceguera de Themis que hacen que siga una ruta pre establecida por otros de tal forma que no la dejan actuar con naturalidad. Y la justicia es natural cuando mira un registro de intachable conducta anterior, pero se da cuenta de que existió una salida alternativa, un acuerdo reparatorio, un actuar que libró a esa persona de ser responsable penalmente, lo que no puede ser sinónimo de inocencia. Asimismo, no sólo en tribunales debería actuar, sino en el propio sistema que designa este laberinto. Es que no es sostenible que el castigo endurezca al castigado, que este perfeccione su delito y se vuelva impenetrable por la luz que debiese ser la justicia.
Lamentablemente, hoy existe una desconexión importante entre el poder judicial y el legislativo, pues sus guías parecen ser distintas. Dos mundos distintos obligados a convivir en uno, Themis caminando en ambos laberintos sin coherencia alguna. Un caos. Así, Javert tenía razón cuando señalaba en su canción final, “it is either Valjean or Javert!” [3], pues cómo podrían convivir dos conceptos tan alejados de justicia. Tristemente, es lo que observamos actualmente en nuestro sistema, una Themis guiada bajo patrones contrarios en laberintos distintos, causando una sensación de inseguridad e injusticia incomprensible en un contexto universal aparentemente tan avanzado y perfeccionado.
No obstante, hay esperanza. Bajo ese velo sigue estando la diosa griega de la justicia, no debemos arrebatarla de su ceguera con rapidez, pues nos arriesgamos a dañar sus ojos que han estado tanto tiempo a oscuras. Los cambios deben ser calculados y precisos, amables, pero firmes. Ella se encuentra caminando en el sistema, no hay que perder la fe en aquello, lo importante y urgente es actuar ahora para salvarla.
Referencias [1] Ávila Mayor, Alfonso (2008) [2] Queen (1975), minuto 1:11. [3] Les Misérables (2012)
Bibliografía
Ávila Mayor, Alfonso. (2008). ¿Qué es la Justicia?: de Hans Kelsen. Frónesis, 15(3), 151-157. Recuperado en 24 de mayo de 2021, de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-62682008000300009&lng=es&tlng=es.
Hugo, Victor (1862): Les Misérables.
Queen (1975): Bohemian Rhapsody, cancion número 11 del álbum A Night at the Opera.
Productora Working Title Films: Les Misérables (2012)
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